Existen tres estilos básicos de comunicación diferenciados por la actitud que revelan hacia el interlocutor: pasivo, asertivo y agresivo.
El asertividad permite decir lo que uno piensa y actuar en consecuencia, haciendo lo que se considera más apropiado para uno mismo, defendiendo los propios derechos, intereses o necesidades sin agredir u ofender a nadie, ni permitir ser agredido u ofendido y evitando situaciones que causen ansiedad.
Lazarus (1973) fue uno de los primeros en establecer las principales dimensiones
conductuales del asertividad, siendo cuatro:
Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender en profundidad el mensaje del otro y así establecer un diálogo. Consiste en la habilidad para estar consciente de reconocer, comprender y apreciar los sentimientos de los demás.
Requiere prestar atención a la otra persona, observar todos los mensajes que esa persona transmite y responder de una manera apropiada a la emoción que la otra persona está sintiendo.
– La escucha activa
La clave para recibir bien los mensajes es el escuchar, pero no es lo mismo oír que escuchar. El oír es simplemente percibir vibraciones de sonido.
Escuchar es una combinación de oír lo que la otra persona dice y envolverse psicológicamente con la persona que está hablando.
Escuchar requiere algo más que oír las palabras.
Requiere el deseo de entender a la otra persona, una actitud de respeto y aceptación, y la disposición de abrir la mente para ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona.
Podemos definir la escucha activa como la actitud de especial interés y atención por entender lo que la persona dice y comprender lo que ello puede significar. Esto significa que hay que hacer un esfuerzo de concentración y comprensión.