Existen cuatro estrategias defensivas principales ante el miedo: retirarse, inmovilizarse, amenazar o atacar al enemigo y, finalmente tratar de inhibir o desviar su ataque.
El miedo a nivel de alerta es instintivo y cuantitativamente representa el mínimo grado. Aparece de forma involuntaria como síntoma del “síndrome general de adaptación” (GAS). Cumple la función de preparar al organismo para afrontar la situación adversa. Por su carácter instintivo es favorecedor de conductas; es decir, activa al organismo para la ejecución de conductas, bien para hace frente al estímulo, bien para huir del mismo
PRECAUCIÓN
Un grado más elevado que la alerta encontramos la precaución. Es ya un miedo adquirido por condicionamientos anteriores, pero sigue siendo anticipador de conductas y es totalmente saludable y necesario para nosotros. Una conducta típica de precaución es deslizar la mano por la pared en busca del interruptor de la luz al entrar en una habitación oscura. Siendo respuesta de miedo, muy pocas personas suelen reconocerla como tal.
TEMOR
Este nivel corresponde a lo que de forma generalizada se denomina “miedo”, aunque sólo es una determinada cantidad de miedo. Tienen cabida en esta gradación los temores de todo tipo que aparecen en nuestra vida cotidiana, las fobias sociales, gran cantidad de neurosis, el sentimiento de inseguridad, etc. Presenta como característica la incapacitación de conducta específica, esto es, no somos capaces de ejecutar la conducta relativa al estímulo que nos produce miedo (por ejemplo, subir a un avión), pero no impide la ejecución de otras conductas de similares características (por eje. Conducir un coche).
Es este nivel el que debemos controlar de forma prioritaria. Para ello juega un papel fundamental el conocimiento que poseamos acerca del estímulo y la capacidad de racionalización que tengamos.
PÁNICO
El pánico es el nivel de gradación más elevado del miedo. Se trata de un miedo que la persona no puede controlar. Es totalmente incapacitante de conducta. Proviene de una situación de amenaza o peligro, real o supuesta, para la vida o integridad de la persona, y provoca en ésta una huida sin tener en cuenta las consecuencias de la huida.
Especialmente importante para el vigilante de seguridad es el pánico. Él no debe ser presa del pánico jamás, resultaría improcedente, pero, sin embargo, tendrá que intentar contrarrestarlo en los demás, intentado evitar que se produzcan situaciones de este tipo.
EL ESTRÉS
El estrés es una patología moderna. Se puso de relieve tras la implantación de los métodos productivos en cadena en la etapa postindustrial, allá por la década de los 40, originariamente en los EE.UU. y posteriormente en Europa.
Se trata de una patología psíquica, aunque sus síntomas de aparición y su evolución sean somáticos. Para aclarar el concepto de estrés, es necesario comenzar por el “síndrome general de adaptación” (GAS) que nos proporciona a todas las personas una activación del organismo en su conjunto ante la presencia de estímulos externos de carácter adverso.
Así ante una riña o un accidente, se producen una serie de reacciones fisiológicas involuntarias que nos preparan o adaptan a esa circunstancia adversa. Estas reacciones son totalmente normales y además necesarias ya que proporcionan la alerta y activación necesarias para superar cualquier prueba.
Se habla de patología cuando estas reacciones son anormales, extremadamente intensas, tanto que incapacitan a la persona para tomar decisiones o desarrollar eficazmente su trabajo. Entonces decimos que estamos bajo la influencia del estrés.
Hay que señalar que el personal de seguridad constituye uno de los colectivos con más alto riesgo de padecer estrés debido a las características de su trabajo (jornadas interminables, disputas o enfrentamientos con otras personas, actitud negativa de los ciudadanos, responsabilidad de personas y/o bienes, etc.)
Definimos el estrés como un estado emocional expresión de una mala adaptación a situaciones adversas graves o continuadas, percibidas como amenazantes por la persona, en las que existe una interferencia con los mecanismos de adaptación y que desembocan en un deterioro del rendimiento laboral y social.
FASES DEL ESTRÉS
El estudio del proceso del estrés se inició con la publicación por parte de Hans Seyle en el año 1936 de sus investigaciones sobre el GAS. Fue el pionero en describir las reacciones del organismo ante una situación considerada como amenazante. Definió este mecanismo como “el conjunto de reacciones fisiológicas desencadenadas por cualquier exigencia ejercida sobre el organismo, por la incidencia de una agente nocivo denominado estresor de naturaleza tanto física como psicológica”.
El estrés es un proceso y Seyle definió las fases del proceso en la siguiente forma:
FASE DE ALARMA:
En esta fase el organismo intenta reaccionar ante la situación adversa mediante la puesta en marcha de una serie de respuestas: fisiológicas, motoras y cognitivas.
Aparecido el peligro o estresor, se produce una fase reactiva que baja la resistencia del organismo por debajo de lo normal.
Todos los procesos que se producen son reacciones encaminadas a preparar al organismo para la acción de afrontar una tarea o esfuerzo.
2- FASE DERESISTENCIA:
Durante más o menos tiempo, la persona desencadena conductas tendentes a evitar la fuente de estrés. Como generalmente no se consigue, aparece añadida la frustración. La duración en el tiempo de esta fase depende de principalmente la naturaleza del estímulo aversivo y de la capacidad de resistencia del organismo.
Al inicio de esta fase desaparecen los cambios iniciales y aparecen otros de carácter más específico para enfrentarse a la situación. Puede llegarse a alcanzar un alto grado de resistencia o de capacidad de esfuerzo, prolongando excesivamente la duración de la fase.
Todo esto requiere un estado de fuerte activación fisiológica y emocional y además prolongado en el tiempo, produce el consumo y desgaste progresivo de las reservas del organismo, que inevitablemente conduce a la siguiente etapa.
3- FASE DE AGOTAMIENTO:
El organismo ha perdido sus reservas y no ha superado la situación adversa. Aparecen progresivamente síntomas somáticos (enfermedades, dolencias, alteraciones biorrítmicas, etc.) o síntomas psíquicos (neurosis, alucinaciones, depresiones, paranoias, etc.) que repercuten negativamente en la salud de la persona.
Estamos ya en nivel de estrés. Las consecuencias pueden ser tan graves que incluso pueden desembocar en la muerte de la persona a consecuencia de las dolencias mencionadas en los síntomas.